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A rodar mi vida (el auto como parte de la familia)

  • Foto del escritor: Diego Di Lauro
    Diego Di Lauro
  • 24 jul 2024
  • 6 Min. de lectura

Hace ya un tiempo, en una de mis historias anteriores, mencione a Amancio, a Nacho, y a Blanquito. Muy por encima, sin entrar en detalles, mencioné que eran los nombres con los que habíamos bautizado a alguno de nuestros automóviles. Hoy llego el día de profundizar un poco más en dicho tema.

Sin miedo a pecar de materialista, debo decir que tengo un cariño especial por tener auto. Desde siempre me llamo la atención tener uno, pero fue empezando la adolescencia cuando empezó a sentirse como necesidad. Lejos de ser lo que se puede conocer como un fierrero, lo mío es pasión por tener un vehículo que me movilice, que me permita desplazarme con comodidad cuando así lo quiera o lo necesite. Como decía, todo comenzó allá cerca de los, creo yo, 15 años. Cuando empecé a tener mis primeros acercamientos con el volante. Y luego se fue extendiendo a lo largo de los años, en donde, si bien, en algunos periodos no tuve la suerte de contar con un coche propio, igual siempre me enfocaba en conseguir uno lo más pronto posible. Mis primeras experiencias fueron con el auto de la familia. El viejo y querido Fiat Spazio, o más conocido como el 147. Ese pequeño FIAT verde esta lleno de historias, y paso por mis viejos, mi hermana, y por mí. Que lo termine fundiendo y vendiendo reventado justo antes de que naciera Gaby para poder conocerlo. No puedo dejar pasar la anécdota del viaje de vacaciones a Mar del Plata con mi papá y mi mamá que invitamos a mi amigo Darío. 10 días en Mar del plata, llevabamos bolsos, conservadora, mochilas, de todo. Estrenando el nuevo portaequipaje que mi papá había comprado en oferta en Carrefour. Todo listo para poder irnos a despejarnos unos días, cuando a menos de 20 cuadras de casa, en pleno Panamericana y Márquez, el semáforo se puso verde, arrancamos, y el portaequipajes voló por los aires hacia atrás, libre como una gaviota en un atardecer de playa, hasta detenerse con el paragolpes de un Ford Falcon. En un estado de furia nunca antes visto en mi padre, nos miro y nos dijo, no volvemos. No se cómo, pero de alguna manera, apelando a su capacidad destacable para jugar al tetris, metió todos 2 bolsos grandes, 3 mochilas, una cartera, una conservadora, y la valija de inmigrante de principios de 1900 que había traído mi amigo, mas nosotros 4 adentro de el 147. El show del auto pequeño lleno de payasos se sentía mas real. Y así, sin mas nos embarcamos en un hermoso viaje de 6 horas en situación de sardina enlatada.

En fin, esta anécdota no era el foco de este posteo, pero no podía dejarla afuera. La idea original era contarles un poco que mi cariño con los autos, particularmente con mis autos va más allá de lo normal. Siento un apego afectivo que dentro mío al menos, le da una vida que no tienen. Y como toda relación afectiva, eso lleva a bautizarlos. El principio de todo esto fue culpa de mi hermana. Como les contaba, aquel viejo 147 nacido en Córdoba en 1987, y que paso por manos de los 4, era verde militar. Para los centenials que puedan no conocer el modelo de la marca italiana, que se originó bajo el nombre de Fiat Brio, evoluciono en el Spazio, para llegar a su punto final bajo el nombre de Vivacce, es un auto bastante pequeño, que fue furor en los 90s. Pueden googlearlo y verlo. Volviendo al nuestro, pequeño, verde, fue apodado como la aceituna por mi hermana. Y ahí comenzó todo esto de ponerle nombres. Años mas tarde, haciendo ya un trabajo que me obligaba a visitar clientes, me vi en la obligación, en la satisfactoria obligación, de comprar mi primer auto propio. Mi primo, me vendió el suyo, y evolucione de coupé italiana al pasar al Fiat Uno año 94. Aquel Uno, era color crema o beige, como quieran decirle, y fue bautizado como “el Uno”. Nada original, pero el Uno era el Uno. Paso unos años con nosotros hasta que se despidió, o lo despidieron mejor dicho, unos muchachos muy amables, en un episodio algo violento, y no muy lindo de recordar. En el medio, con Kary nos volvimos amigos de las motos por un tiempo, hasta que nos apoderamos de la aceituna. Como antes les contaba, una tarde de Julio, apenas entrados en la General Paz, bielas, pistones, y demás cosas golpetearon por un rato, hasta obligarnos a bajar en Cabildo, y frenar, para nunca mas volver a arrancarlo. Era el adiós, al menos para nosotros después de 25 hermosos años de servicio, 19 con la familia.

Al poquito tiempo, y para no perder la costumbre de que todo queda en familia, le compre a otro de mis primos su Fiat Palio 1997. Levanta vidrios automáticos, aire acondicionado, traba centralizada, para nosotros era subirnos a un prototipo de la N.A.S.A. Era el primero de ambos en matrimonio. Para Kary siempre fue Palito, para mi Blanquito, lo cual pone en obviedad su color. Con el hubo paseos, escapadas, vacaciones. En el salió del hospital al mundo Gaby recién nacido. Y compartió con nosotros nada más y nada menos que 6 años. Dato curioso, fue el auto con el Kary aprendió a manejar, y firmamos los papeles y lo retiramos justo el día de su cumpleaños. En 2018, llego el momento de crecer, vendimos a Palito a sus dueños originales, porque todo queda en familia, y nosotros rompimos con las costumbres y fuimos a una concesionaria de Villa Adelina, para traer a nuestras vidas a Nacho. Otra vez veíamos la evolución de los lujos sorprendernos al subirnos por primera vez a él, un Renault Sandero Stepway año 2009, rojo. ¿Y porque Nacho dirán? Para los que no vivan en Argentina, aquí las patentes se solían componer de 6 dígitos, 3 letras delante, y 3 números detrás. Y bueno, yo le transmití a Kary mi metodología para memorizarme los dígitos alfabéticos, que era similar a como la policía las suele comunicar, tomarlas como iniciales de un nombre. Entonces, IHQ se convirtieron en Ignacio Hugo Quiroga, Ignacio, o como comúnmente lo llamamos en Argentina, Nacho o Nachito. Tan simple como eso.

Si bien Nacho estuvo hasta hace poco con nosotros, en realidad fue nuestro solo por dos años. Si, justo antes de la pandemia, 5 días antes exactamente, fuimos por mas y llego Amancio o Mandy. Mandy esta hoy en día aún con nosotros, y tenemos un lindo recorrido juntos. Como es Mandy, bueno es Brasilero pero de raíces francesas. Renault Sandero Stepway, nacido en el año 2016, que luce una hermosa piel gris plomo. Y si se preguntan porque se llama Amancio, si bien las patentes cambiaron hace un tiempo y ahora tienen 7 dígitos, los primeros dos son letras y en su caso son AA. Una famosa avenida cercana a donde vivimos se llama Amancio Alcorta, y en honor a ese nombre lo apodamos. Pero entonces, alguno dirá porque Mandy. Cuando compramos a Amancio, le vendimos a Nacho a mi papá, así todo seguía quedando en familia. A mediados del año pasado, cuando mi papá se enfermó, para poder manejarnos mejor me quede con Nacho para facilitarme el moverme. Y se quedo conmigo hasta hace solo unos pocos meses atrás, cuando finalmente lo vendimos fuera de la familia. Durante todo ese tiempo, Kary viajaba en Amancio, y yo con Nacho. Nacho era el auto de hombre, y Amancio se convirtió en el auto de mujer, por lo que pensamos que para que Kary se sintiera mas acompañada, Amancio se podía convertir en Amanda. Pero como Amanda no nos era cómodo de decir, muto a Mandy, y el resto es historia.

Por ahora Mandy seguirá rodando con nosotros, y si bien tenemos planes o ideas de cambiarla, no tenemos urgencia por hacerlo. Este año Mandy cumple 8 años, y cumplió 4 con la familia. En el futuro vendrán nuevos amigos que nos lleven a pasear, pero por ahora con Mandy somos felices, aunque, como todos los anteriores, cada vez que llegamos a la época de los aguinaldos, deciden que algo les pase para sacarnos el dinero del bolsillo. Y ahora llegando junio, toco madera, huevo izquierdo, y lo que sea para que no se repita. Para nosotros Nacho, Palito, la aceituna, Mandy, y los que vengan seguirán siendo llamados como personas y recibiendo todo nuestro cariño, siempre y cuando nos sigan llevando a la aventura…

Es momento de que si hay alguno mas con el mismo trastorno que nosotros, cuenten en los comentarios los nombres o apodos de sus vehículos.



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